Cielo
|

Novenario Por Los Difuntos

Cielo

Oración De Inicio

Prepara, Señor, nuestros corazones para escuchar tu palabra, de modo que encontremos luz en nuestra oscuridad, certeza en nuestras dudas, y nos consolemos mutuamente. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Lecturas De Inicio

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses (4, 12 ss.).

Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues, si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto en jesús, Dios los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Guía: Quien cree en Ti, Señor, no morirá para siempre.

Todos: Quien cree en Ti, Señor, no morirá para siempre.

Guía: Dichosos los difuntos que mueren en el Señor.

Todos: Quien cree en Ti, Señor, no morirá para siempre.

Primer Día

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (12, 24-26)

Os aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto. El que ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará.

Responsorio

Guía: Quien cree en Ti, Señor, no morirá para siempre.

Todos: Quien cree en Ti, Señor, no morirá para siempre.

Guía: El salario del pecado es la muerte, pero el don de Dios es la vida eterna por nuestro Señor Jesucristo.

Todos: Quien cree en Ti, Señor, no morirá para siempre.

Preces Comunitarias

Guía: Te rogamos, Señor, Dios omnipotente y eterno, que creaste el alma de tu siervo N.N., que te dignes recibirla en tu seno como Padre misericordioso.

Todos: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Guía: Te rogamos, Señor, Dios y Señor Nuestro Jesucristo, que redimiste el alma de tu siervo(a) con tu sacratísima Pasión y Muerte, te dignes librarla de las penas.

Todos: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Guía: Te rogamos, Señor, por la gloriosa intercesión y méritos de la bienaventurada Virgen María, Madre y abogada nuestra, te dignes mirar compasivo el alma de quien durante su vida se acogió a su amparo maternal.

Todos: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Guía: Te rogamos, Señor, por la piadosa muerte de San José, padre adoptivo de tu Hijo que te dignes admitir a nuestro hermano(a) en compañía de todos los bienaventurados.

Todos: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Guía: Te rogamos, Señor, por la intercesión de todos los santos y santas que gozan de ti en el cielo, que te dignes misericordiosamente llevar a tu siervo(a) a la eterna bienaventuranza.

Todos: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Guía: Te rogamos, Señor, por las súplicas de tu Iglesia, que milita en la tierra, que te dignes abrir las puertas de la Iglesia triunfante a tu siervo(a) N.

Todos: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Guía: Te rogamos, Señor, también por todos los que seguimos luchando en este valle de lágrimas, que te dignes consolarnos y reunirnos luego en el esplendor de tu gloria.

Todos: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Te lo suplicamos y te lo pedimos humildemente. Dios todopoderoso y eterno, por tu Hijo y Señor nuestro, Jesucristo, vida y resurrección nuestra, quien siendo Dios, vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración Final

Te pedimos, Señor, tengas piedad de tu siervo(a) nuestro hermano(a) difunto(a), y por tu misericordia no lo(la) castigues por los actos de su vida, pues su intención fue cumplir tu santa voluntad; para que, así como la verdadera fe lo(la) unió en la tierra a la comunidad de los creyentes, también en el cielo te dignes juntarlo(la) a los coros celestiales. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Finalmente, oremos todos con a oración que nos enseñó Jesucristo: Padrenuestro

Guía: Concédele, Señor, el descanso eterno.

Todos: Y brille para él la luz eterna.

Guía: Descanse en paz.

Todos: Amén.

Todos: Las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.

Día Segundo

Las bienaventuranzas: Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (5, 1-12)

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).

Día Tercero

Vengan benditos de mi Padre: Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (25, 31-46)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.”

Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”

Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.”

Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y Él entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.” E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).

Día Cuarto

Jesús ruega por los suyos: Lectura del Santo Evangelio según San Juan (17, 24-26)

Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que ma has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).

Día Quinto

Resurrección de Lázaro: Lectura del Santo Evangelio según San Juan (11, 17-44)

A su llegada, Jesús se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros[a] de distancia, y muchos judíos habían ido a casa de Marta y de María a darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús llegaba, fue a su encuentro; pero María se quedó en la casa.

—Señor —dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.

—Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.

—Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta.

Entonces Jesús dijo:

—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

Marta dijo:

—Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.

Dicho esto, Marta regresó a la casa y, llamando a su hermana María, le dijo en privado:

—El Maestro está aquí y te llama.

Cuando María oyó esto, se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús aún no había entrado en el pueblo, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. Los judíos que habían estado con María en la casa, dándole el pésame, al ver que se había levantado y había salido de prisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar.

Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y dijo:

—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente.

—¿Dónde lo han puesto? —preguntó.

—Ven a verlo, Señor —le respondieron.

Jesús lloró.

—¡Miren cuánto lo quería! —dijeron los judíos.

Pero algunos de ellos comentaban:

—Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?

Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra.

—Quiten la piedra —ordenó Jesús.

Marta, la hermana del difunto, objetó:

—Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.

—¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.

Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo:

—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste.

Dicho esto, gritó con fuerza:

—¡Lázaro, sal fuera!

El muerto salió con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.

—Quítenle las vendas y dejen que se vaya —dijo Jesús.

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).

Día Sexto

Resurrección del joven de Naím: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (7, 11-17)

En aquel tiempo iba Jesús de camino a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo. Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).

Día Séptimo

Resurrección de la hija de Jairo: Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (5, 35-43)

Y mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al Maestro?

Pero Jesús, oyendo lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que nadie fuese con él sino Pedro, y Jacobo y Juan, hermano de Jacobo. Y vino a la casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y gemían mucho.

Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no está muerta, sino duerme. Y hacían burla de él; mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la muchacha, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la muchacha.

Y tomando la mano de la muchacha, le dijo: Talita cumi; que interpretado es: Muchacha, a ti te digo, levántate. Y al instante la muchacha se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron con gran espanto. Mas él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que le diesen de comer a la muchacha.

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).

Día Octavo

Necesidad de vivir en vigilancia: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (12, 35-40)

«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.»

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).

Día Noveno

La resurrección de Jesús: Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (28, 1-10)

Pasado el sábado, al aclarar el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un violento temblor:el Angel del Señor bajó del cielo, se dirigió al sepulcro, hizo rodar la piedra de la entrada y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. Al ver al Angel, los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos.

El Angel dijo a las mujeres: «Ustedes no tienen por qué temer. Yo sé que buscan a Jesús, que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como lo había anunciado. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto, pero vuelvan en seguida y digan a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y ya se les adelanta camino a Galilea. Allí lo verán ustedes. Con esto ya se lo dije todo.»

Ellas se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro en el camino y les dijo: «Paz a ustedes.» Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron.

Jesús les dijo en seguida: «No tengan miedo. Vayan ahora y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allí me verán.»

(Continuar con el Responsorio, Preces Comunitarias y Oración Final, como el Día Primero).


🙏 Descubre devocionarios y novenas en Amazon

Publicaciones Similares

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *